Con una trayectoria de más de 40 años en Grupo Ormo, Óscar, ha sido testigo y protagonista de la transformación del mundo editorial. Desde sus inicios como teclista hasta su actual rol como editor en Ormobook (división de servicios editoriales dentro del grupo), ha atravesado múltiples cambios tecnológicos y estructurales, siempre con una actitud de adaptación y aprendizaje. En esta entrevista, nos comparte su experiencia, los retos superados, anécdotas y su visión sobre el futuro del sector editorial en la era digital y de la inteligencia artificial.
Òscar, ¿cómo empezó todo?
Empecé en el mundo de la prensa a los 17 años de edad trabajando de teclista en varios diarios de forma discontinua y en horarios intempestivos. Después de unos tres años recorriendo la mayoría de los talleres de los diarios de Barcelona (Avui, Noticiero Universal, Sport, El Periódico y Correo catalán) un conocido me dijo que estaban buscando gente que supiera escribir a máquina en Ormograf para un nuevo turno por la noche. Estuve durante un breve tiempo a prueba y finalmente me contrataron como teclista. El 20 de diciembre de 2024 hizo, ni más ni menos, que 40 años.
¿O sea, picando textos y haciendo novelas?
Exacto, ocho horas tecleando sin parar, libros, revistas y todo tipo de publicaciones.
Entonces, lo que te motivó a entrar en el grupo fue una oferta de teclista.
Sí, la verdad es que no hubo ningún motivo profesional, porque en esa época yo tenía unos 20 años, me acababa de casar y no tenía trabajo.
¿Te casaste sin trabajo?
Cierto, sin trabajo fijo, solo hacía algunas horas aquí y allá. Antes no era como ahora.
¿Cómo ha evolucionado tu rol desde tus inicios hasta tu posición actual de editor?
Enormemente. Si no hubiese sido así, no creo que hubiese permanecido tanto tiempo aquí. En el Grupo Ormo he pasado por todas las etapas del mundo de la edición, excepto la de cajista de Linotipia, oficio que cuando entré ya estaba un poco anticuado.
Si tuvieras que describir tu carrera con una palabra o frase, ¿cuál sería y por qué?
Perseverancia y adaptación.
Hablemos de los retos y aprendizajes clave de tu trayectoria profesional.
Mi trayectoria se puede definir en tres bloques: maquetista, encargado de las planchas para imprimir y editor. Hace 22 años me ofrecieron ser editor debido a la crisis que hubo a principios del 2000 y porque el mercado había cambiado y, por tanto, no había suficiente trabajo para los maquetistas en la empresa. Me dijeron que mi perfil encajaba y acepté la oportunidad.
¿Cuál ha sido el mayor reto al que te has enfrentado en tu carrera?
Más que un reto concreto ha sido la adaptación al sector que ha ido evolucionando constantemente. No es lo mismo la edición de hace veinte años que hacerlo en la actualidad. Desde hace ya un tiempo un editor es más un coordinador, un buscador de soluciones y un supervisor general, en resumen, una pieza que hace de engranaje en todo el proceso editorial.
¿Qué aprendizajes clave te llevas de tu experiencia en el sector editorial?
La percepción de la globalidad del producto. Lo primero que me dijeron cuando entré fue: «Si un texto editado no se entiende bien, es que algo falla». Desde entonces, me he preocupado por comprender lo que edito, los grafismos que se utilizan y, por tanto, la coherencia entre imagen y texto. Los lectores deben tener en sus manos un material totalmente comprensible. La edición debe hacer todos los esfuerzos para que esto sea posible.
¿Cuál ha sido la decisión profesional que marcó un antes y un después en tu carrera?
Aceptar el reto y dedicarme a la edición. Después de casi veinte años como maquetista y un tiempo de planchista, el ser editor me permitió tener una perspectiva más amplia del sector y aprendí, sobre todo, a argumentar las ideas y saber definir los proyectos que nos encargaban.
Para poner un toque de humor a esta entrevista, ¿puedes contarnos alguna anécdota graciosa?
Tantos años dan para mucho, y claro, hemos vivido muchas situaciones divertidas. Pero una de las más hilarantes que recuerdo fue cuando un mensajero que trabajaba para Ormo abrió la puerta del ascensor sin mirar y cayó por el hueco, ya que este no había subido hasta el piso donde se encontraba esperando. Afortunadamente no se hizo mucho daño, un brazo roto y magulladuras por todo el cuerpo. La verdad es que cuando volvió al trabajo después de unos días de baja forzada y explicó el suceso delante de los compañeros, todo el mundo se echó a reír y, aunque él al principio pareció sorprenderse, finalmente se unió a las risas y el buen humor. Suerte que al final todo fue un susto.
Otra historia que nos hizo reír fue la de una señora de la limpieza que, en lugar de quitar el polvo de los muebles, quitaba el de las carteras de los abrigos que estaban guardados en el armario. Esto pasó un par de veces hasta que Francesc, el padre de Fran, el actual CEO, nos dijo: «Esto lo tenemos que solucionar porque en esta empresa nunca había pasado esto”, y era totalmente verdad, pues nunca hubo ningún problema semejante.
Así que ideó un plan: impregnó varios billetes con una tinta especial e Isaac, un chico que por aquel entonces hacía de aprendiz en la empresa, los guardó en su cartera pero en un lugar visible. No pasó ni un día cuando el misterio quedó resuelto. La mujer apareció con las manos y la ropa manchadas de tinta, pero lo más increíble fue que aún tuvo la cara de negarlo. Evidentemente, ese fue su último día en la empresa. Siempre que los compañeros lo recordamos no podemos parar de reír.
¿Qué cambios significativos has notado en la industria editorial a lo largo de los años?
He vivido casi todos los cambios: desde la linotipia a la fotocomposición, pasando por la maquetación digital y sus diversas aplicaciones (Mac). Pasamos del papel al CD y creíamos que el primero desaparecería, pero no fue así. Los libros todavía existen y pienso que tienen cuerda todavía para mucho tiempo. Ahora estamos en la era de la inteligencia artificial y hay que adaptarse.
¿Cómo ves el futuro del sector editorial y el papel de Ormobook?
Ormobook debe adaptarse a los tiempos sin abandonar el mundo editorial, pero explorando también el audiovisual, digital e inteligencia artificial. Grupo Ormo siempre ha apostado por la tecnología y debe seguir por ese camino. Lo nuevo pero al mismo tiempo conservando lo que nos ha definido como empresa. Debemos aportar un producto que nos diferencie de los demás, un valor añadido, una apuesta por la eficiencia y calidad.
¿Cuál es la clave para mantenerse relevante y constante en una empresa durante tantos años?
La moral, la constancia y la adaptación. He tenido altos y bajos, pero además del apoyo de toda la saga Ortiz, siempre he contado con unos compañeros que han sido clave en mi trayectoria. Sin ellos y el buen ambiente que siempre ha reinado en Ormo no hubiera sido posible.
¿Qué consejos le darías a alguien que quiere empezar su carrera en el mundo editorial?
Que se adapte a los tiempos, tenga la mente abierta y no tenga miedo a intentar cosas nuevas. Hay que lanzarse sin miedo al fracaso y si esto ocurre, levantarse de nuevo.
¿Hay algún logro del que te sientas particularmente orgulloso?
Haber trabajado con todos los compañeros que hay actualmente y han ido pasando por la empresa y, como no, con las tres generaciones de la familia Ormo: Magí, Francesc y Fran. De todos modos más que un logro específico, me enorgullece haber salido adelante en los proyectos que he formado parte, sin miedo a nada y, sobre todo, aportar mi granito de arena al Grupo Ormo.
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